Domingo.
Busco un café largo de domingo
en donde las circunstancias
se hagan rutina entre sonrisas,
un café donde su crema cree un dibujo
capaz de enseñarme una conservación existencial
entre yo y el resto de los mortales.
Que su amargura no se compare a las espinas
que te encuentres en el vaivén del día a día
sino que sean espinas dulces de las que uno
no quiere nunca escapar, a pesar de que estas
también sepan clavarse en tu piel.
Quiero domingo con café
para hacerlo eterno mientras los poros
salpican una rutina inexistente
capaz de ser apreciada.
Mientras, sigo con las manos frías
y un café cada vez menos caliente
esperando que los versos sean
quienes me enseñen esa conversación eterna
en donde la rutina no existe
y nuestras palabras en un domingo cualquiera
transcienden a tus ojos verdes.
Un domingo cualquiera en donde solo haya
café, sexo y conversaciones existenciales
cargadas de galaxias, sueños e infinitos
antes de que el mundo nos recuerde
que los domingos nunca fueron rutina
en la que mirar a otro lado,
mientras solo vemos volar la ceniza,
y los sueños en silencio
junto a ella.
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